sábado, 16 de junio de 2012

Las horas


“Oh, señora Dalloway, siempre dando fiestas para cubrir el silencio”

Dirección Stephen Daldry
Dirección artística Mark Raggett
Judy Rhee
Nick Palmer
Producción Scott Rudin
Robert Fox
Guion David Hare
Música Philip Glass
Fotografía Seamus McGarvey
Montaje Peter Boyle
Vestuario Ann Roth
Protagonistas Meryl Streep
Julianne Moore
Nicole Kidman
Ed Harris
Miranda Richardson
Se nos son presentadas las horas más difíciles de la vida de tres mujeres, las horas de quiebre, “era un día en la vida de tres mujeres, y en ese día, toda su vida”. Tenemos  a la magnífica Virginia escribiendo su primera obra en 1923, a  Laura, una esposa de la postguerra con un marido y un hijo ejemplar y otro por llegar.  Más cercana  a nosotros, tenemos a Clarisse, una editora neoyorquina  a quien llaman Mrs. Dalloway, es este exactamente el hilo conductor entre estas tres mujeres,“Mrs. Dalloway“.
Stephen Daldry de la mano de Peter Boyle nos lleva de una manera excepcional a viajar por tres épocas, por tres ciudades, de manera delicada  pasamos por diversos escenarios. Utiliza tanto la imagen como el color y el texto para desplazarnos entre  las épocas, entre las vidas, entre los pensamientos y sobre todo entre las angustias.
Peter Boyle y Stephen Daldry  nos hacen bailar con las más delicadas sinfonías, somos más que simples espectadores, nadamos en las angustias, en los dolores, en los días y en las horas, en las mentes de nuestras protagonistas, no existen violentos cambios de escenas, sino que de manera natural avanzan, retroceden, se conectan.  Parecen flotar de  manera natural las flores ente New York, Londres y  Los Ángeles, como la más importante invitada a la hora del té,  a la fiesta de cumpleaños o una premiación. Puertas y ventanas que se abren y se cierran al ritmo d    e los pasos y las ciudades.  Es realmente asombrosa la sincronía tanto de emociones como imágenes. No puedo dejar de mencionar la presencia de la comida, cada una de estas mujeres tiene una relación complicada y difícil con la cocina, la cual sirve de vínculo  entre ellas y su propio entorno, Clarisse tiene un punto de quiebre en la cocina y otro de tensión al partir los huevos, Virginia y Laura huyen de sus cocinas, de sus mesas del comedor, con tantas fuerzas como de sus esposos.
Los diálogos rompen las barreras del tiempo y el espacio, Virginia escribe, Laura lee, Clarisse actúa. Las figuran danzan, las escenas bailan en un ritmo sencillo y matural que logra introducir al espectador en las distintas épocas con un sencillo juego en el pelo o un reflejo en el  espejo.


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