lunes, 9 de julio de 2012

Érase una vez en México.



Por Ana Gabriela Portillo Espinoza.


Esta continuación de la entrega de La Balada del pistolero (Desesperado) plantea un discurso similar, movido por una suerte de gusto exquisito por la acción que se plantea a través de estas coreografías y el juego de la cámara planteado por lo movediza e inquieta que resulta la captura de cada escena. Asimismo el humor se hace presente en algunas escenas, dando mayor dinamismo a la composición, tornándola a veces un poco latosa y con cadencias en la trama.
La trama se ve relacionada a la historia política que ha envuelto a México, a las revoluciones, al narcotráfico, y a todas las mafias que se mueven alrededor de estos círculos; además de tener un contenido altamente patriota, identificado con el pueblo mexicano, por su protesta clara a todas las injusticias que se dan del estado norteamericano hacia el mexicano. Todo esto se ve reflejado en este film, más aún en el personaje interpretado por Johnny Depp que es un agente de la CIA que hace tratos con la mafia que maneja el tráfico de drogas en el lugar donde se desarrolla el film. Él cree tener el control de cada uno de los movimientos de los personajes.
Cabe resaltar que de críticos han mencionado encuentran un símil dentro de esta secuencia de películas con un recordado Western, específicamente a un personaje llamado "spaghetti western".
Aunque sigo sin entender la necesidad de poner a Enrique Iglesias dentro del reparto (que por cierto es totalmente fatídica, sobreactuada y un tanto patética), no dudo en que este film es una clara muestra de la genialidad y creatividad que Robert Rodríguez ha venido mostrando en sus anteriores entregas.