domingo, 3 de junio de 2012

Nuestra Música



Por Beatriz Franco.


No creo haber visto y oído minutos más reflexivos como las primeras imágenes de Nuestra Música. De una manera bastante directa Godard nos muestra en la primera parte de la película una serie de imágenes de guerra que se han dado a través de toda la historia de la humanidad, lo absurdo que puede llegar a ser el hombre cuando en sus propias manos encuentra la muerte otro en la misma condición que él.






Mientras las imágenes se muestran sin parar, acompañadas del sonido de un piano que se siente que retumba en el oído como las manecillas del reloj marcando los segundos, la primera parte: El Infierno llegó a mí como Tchaikovsky con el Pathetiqué, donde el último llanto, la tragedia y preguntas como ¿Dónde está el amor? ¿Qué sucede con la humanidad? vinieron a mi cabeza de inmediato. Al terminar la sección se escucha: “Es increíble que alguien haya sobrevivido”, pero sorprendentemente así es y Godard nos lo hace comprender en la siguiente sección.


En el Purgatorio, que es la parte más larga del filme se sitúa en Saravejo con situación de los Encuentros Europeos del Libro. Godard aparece en la película acompañado de otros intelectuales reflexionando acerca de la violencia, la necesidad de la poesía y donde una muchacha judía, Olga termina por inmolarse sacrificándose por la paz. Dos frases con las que podría entenderse esta parte e interiorizar esta segunda sección donde llega a nosotros las reflexiones personales del director creo, se podía mencionar: “Matar a un hombre para defender una idea no es defender una idea, es matar un hombre” así como “Los hombres más humanos no hacen revoluciones. Crean bibliotecas y cementerios” .




En la parte final, la última sección: El Paraíso, llega hasta nosotros Olga, la muchacha que en El Purgatorio se había quitado la vida y donde finalmente llega a este lugar en donde halla la paz. Donde se muestra a nosotros la visión de un paraíso, en el cual el sosiego recuerda a un nuevo renacer, la otra vida de la que hablaba Olga en la sección anterior, la cual me recordó mucho al Moldava, el nacer y fluir continuo de la vida. Siempre he sentido que esa melodía refleja la paz absoluta.



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